Ir al centro de Bogotá a inicios de mayo, caracterizado por esos y por estos días, por ser frío y lluvioso, y tener el tiempo y la disposición para detenerse, cerrar los ojos en la Plaza de Bolívar e identificar los sonidos y emociones que cada actor presente suscitaba, entre ellos, nosotros, un grupo de un poco más de 15 personas cerca al Palacio de justicia – sí, para los incrédulos, es posible hacer eso, cerrar los ojos en pleno centro, siempre y cuando haya quien ´vigile´- entre el aleteo de palomas, la entonada frase “Maíz para las palomas”, el rodar de ruedas de bicicleta, de moto, las risas de un grupo de niños jugando con las siempre presentes palomas y unos breves, muy breves pero perceptibles instantes de silencio, fue la segunda estación de este recorrido conjunto por este gran museo: el centro de la capital.
¿Cuál fue la primera?, fue el recorrido ya muchas veces antes realizado por la carrera séptima, donde el detenerse para observar el piso y las paredes bajo las indicaciones de los profesores, se encuentran historias, por ejemplo, la del tranvía en Bogotá mediante un mapa que detalla las estaciones que existían, los murales y graffitis que dan cuenta de una cultura urbana, híbrida, política y el homenaje a Gaitán, figura representativa de la política colombiana vilmente asesinado, cuyo rostro y frases célebres: “Yo no soy un hombre, soy un pueblo” y “el pueblo es superior a sus dirigentes” pasaron por muchas manos – y digo pasaron porque, ahora ya no se ven con frecuencia- son parte de las muchas historias que allí se cuentan. ¿Cuántos realmente hemos detallado en la cotidianidad esta parte del museo?.
La plaza de Bolívar y la plazoleta enfrente de la Casa de Nariño ofrecieron otra estación, esta vez desde las estatuas allí dispuestas, en un ejercicio por hacer los movimientos mecánicos de cámara, el recorrido ofrecido fue un giro completo alrededor de una estatua, esto me permitió detallar texturas y pliegues…colores y matices, y a las protagonistas del lugar: las palomas, quienes crean diferentes composiciones al posarse una y otra vez, como siguiendo su vuelo, en el recorrido luego emergieron unas fachadas cual portada de revista y los rostros cotidianos de esta plaza, que fueron capturados por mi lente.
Este gran museo – desde una óptica pedagógica y didáctica y no jurídica, porque para ser museo se requiere de ciertas condiciones – es maravilloso, porque ofrece múltiples rutas y estaciones, el recorrido siguió entonces por la séptima hacia el norte para ver la magia de la fotografía en una cámara antigua y luego regresar para subir por la calle de la Casa del Florero hasta el espacio museal de enfrente de la Biblioteca Luis Ángel Arango, calle que por cierto es una completa galería, cuadros, telas, tejidos, relatos…
Siguiente estación Casa de la Moneda, Museo Botero y Banco de la República, allí, lo que fue gratamente recurrente, un momento de quietud, pero esta vez, mientras otros se movían, las tomas de instantes de ingresar, recorrer, posar para la foto, subir escalón por escalón y luego desaparecer…desaparecer para la otra sala. Un banco de madera fue mi lugar de las capturas primero hacia el fondo de la sala, luego hacia la escalera, la puerta quedaba lateral…
Allí el grupo se había dividido, pequeños grupos se formaron, uno que otro andando solo, y entre pasillos cruzados, sobre todo los profesores, contaban que estuviéramos todos…y ahí en soledad de nuevo un encuentro con la historia del caudillo del pueblo: Gaitán, una grabación de lo que fue el Bogotazo el 9 de abril del 48, imágenes de destrucción y en una urna el ya nombrado billete de mil y al otro costado una máscara de gas, usada por quiénes rociaron químicos para evitar se tomaran un edificio.
Al salir de allí, la ruta marcaba ir al chorro de Quevedo, pero el destino deparó, por el agua destilada de las cargadas nubes bogotanas, entrar y permanecer en una exposición más bien pequeña, allí en una mezcla de olores por las esencias, jabones, maquillaje, gente mojada muy mojada, fue, porqué no decirlo otra estación, de esta no hay fotos…ni videos pero sí el recuerdo de las risas de todo el grupo y del resto de personas pues, al ubicarnos a la entrada se formó una calle de honor con ovación sentida a todo aquel que por allí pasara. Aunque nadie asumió su participación y la “culpa del relajo” recayó sobre mí, esto también hizo parte del museo, una parte interactiva, de mirar a los otros, y reconocerlos en un espacio diferente al habitual salón de clases…
Este gran museo ofrece múltiples escenarios y momentos, el Chorro, que se conoce por su movimiento al ser habitado y recorrido constantemente, con la lluvia estaba vacío, con sillas sobre las mesas, grisáceo y silencioso, la calle de los murales jugaba un papel importante de contraste…aquí no hubo mucha quietud pues los riachuelos de andenes y calles lo impedían, o así se decidió, – que fueran un impedimento -, el camino a la última estación, fueron unas escalinatas que sirvieron de locación para la foto grupal, y así el museo, cerró sus puertas, a la espera de nuevas visitas, de nuevas miradas, de nuevos pasos, de nuevos descubrimientos, de nuevos relatos, de nuevos movimientos.